Y es que llevo semanas, meses y años suspirando por ella en silencio y en secreto.
Por las mañanas, a veces coincidimos viajando a nuestros trabajos. A mi me gusta fijarme en sus botas, sus vestidos, sus pendientes, sus ojos, sus labios ...
Pero ella cuando estoy cerca, siempre pasa de lejos. Nunca se queda cerca o me hace un gesto que me permita soñar con algo más.
Por las tardes, cuando coincidimos es más bonito aún. Si yo llego después, siempre intento sentarme lo más cerca que puedo de ella, o en un lugar donde tenga buena visibilidad. Si es ella la que llega más tarde, siempre se sienta en cualquier sitio más lejano de mí.
En cualquier sitio, durante muchos meses, me limité a soñar con ella, lanzándole miradas furtivas sin que ella se diera cuenta (¿o se daba cuenta?). Nunca me decidía a mirarla muy seguido o a mirarla a los ojos. Más bien la miraba de arriba abajo y sentía que se me iban las horas. En cualquier caso, trataba de que no se diera cuenta para no molestarla, pues sabía que no tenía ninguna posibilidad con ella.
Miles de veces he pensado ‘¿qué iba a ver ella en alguien como yo?’, ‘las probabilidades de que una chica así de guapa no tenga novio son 0,0’. Sobre todo, lo que no quería era que ella pensara en que soy un viejo verde, mirándola, babeando ante sus curvas. Por eso, trataba de ser muy discreto.
Aún así, siempre había veces que ...
Y claro, luego paso aquello...
Y desde entonces, fui más directo, más atrevido, pero igual de tímido. Es decir, que no he encontrado la forma de romper este silencio, pero si las fuerzas para mirarle a los ojos y hasta intentar mandarle algún beso al aire.
Y así pasan las estaciones y los días, las semanas, y las estaciones ...
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