jueves, 10 de marzo de 2011

Y un día especial

Y cuando menos piensas, sale el sol. El domingo, vuelvo con mis hijos cuando de pronto, nos encontramos a su coche aparcado al lado de unos chalets
- Vaya, si parece, sí que es!

Doy la vuelta con el coche.

- Papá, ¿dónde vamos?
- Estooooo voy a mirar una cosa
- Que tonto estás!
- Oye, tengo una idea, ¿qué os parece si paramos en el parque y jugáis un rato a la pelota? – eso es, el parque, hoy hace un día espléndido
- Llevamos pelota?
- Si claro, como siempre
- Podemos jugar en la arena?
- Sí – claro! Seguro que está en el parque con su sobrinita, esto es.
Aparco un par de coches detrás de ella. ¡qué nervios!

Los chicos cogen la pelota y se van.

Yo me quedo allí, pensando en qué hacer.

Y allí en un banco del parque, la veo! Por primera vez, un domingo para Sara y para mi, juntos ... Allí está, elegante pero informal, guapísima y con sus gafas de sol.

Y voy hasta donde están los niños, ellos juegan, yo paseo. Ella juega con su sobrina. La niña va de un columpio a otro. Sara, sentada le aplaude las tonterías
- ¡Bieeeeeen!

Yo para arriba y para abajo. Y de pronto, se mueven! Se cambian de columpios y yo tengo que seguir mi paseo discretamente hacia las pistas. Allí disimulo viendo jugar a mis chicos y mirando como Sara juega todo el rato con su sobrina. La sube a este columpio, se monta con ella en los balancines, en los columpios. Es una niña juguetona y tan divertida, mi Sara. La quiero todavía más. La veo montarse y balancearse en el columpio y es como si fuera un reflejo de sol, un soplo de aire fresco, es genial, es estupenda, es la mujer de mis sueños. Tan divertida, tan libre, tan ingenua, tan despreocupada. Yo allí delante, viéndola y sin saber qué hacer ...

Mi hijo pequeño viene y decido que es el momento de hacer de padre responsable.
- Ven, vamos a montarnos en los columpios.
- Vale!
- Te quieres montar en este?
- No llego
- Yo te ayudo …

Y así, yo también juego a los columpios, a los balancines. Y mientras mi hijo decide unos columpios, su sobrina decide otros, y afortunadamente no tenemos que cruzarnos, porque no sé si podría soportarlo... no sé qué podría decirle.

Sara juega con su sobrina con una pelotita pequeña. Pega saltitos y grita como si fuera una niña pequeña. Es tan maja! Las acompañantes de Sara me observan, diría que ella les ha dicho algo... Jugamos en un columpio colgante y ayudo a mi hijo a subirse y lanzarse por la "tirolina". Diría que Sara ya me ha visto hacer el indio.

Pese a todo, nunca se produce la posibilidad de acercarme a hablar con ella.

Pero este domingo es el más bonito de mi vida.

lunes, 7 de marzo de 2011

Un dia cualquiera

Y es que llevo semanas, meses y años suspirando por ella en silencio y en secreto.

Por las mañanas, a veces coincidimos viajando a nuestros trabajos. A mi me gusta fijarme en sus botas, sus vestidos, sus pendientes, sus ojos, sus labios ...

Pero ella cuando estoy cerca, siempre pasa de lejos. Nunca se queda cerca o me hace un gesto que me permita soñar con algo más.

Por las tardes, cuando coincidimos es más bonito aún. Si yo llego después, siempre intento sentarme lo más cerca que puedo de ella, o en un lugar donde tenga buena visibilidad. Si es ella la que llega más tarde, siempre se sienta en cualquier sitio más lejano de mí.

En cualquier sitio, durante muchos meses, me limité a soñar con ella, lanzándole miradas furtivas sin que ella se diera cuenta (¿o se daba cuenta?). Nunca me decidía a mirarla muy seguido o a mirarla a los ojos. Más bien la miraba de arriba abajo y sentía que se me iban las horas. En cualquier caso, trataba de que no se diera cuenta para no molestarla, pues sabía que no tenía ninguna posibilidad con ella.

Miles de veces he pensado ‘¿qué iba a ver ella en alguien como yo?’, ‘las probabilidades de que una chica así de guapa no tenga novio son 0,0’. Sobre todo, lo que no quería era que ella pensara en que soy un viejo verde, mirándola, babeando ante sus curvas. Por eso, trataba de ser muy discreto.

Aún así, siempre había veces que ...

Y claro, luego paso aquello...

Y desde entonces, fui más directo, más atrevido, pero igual de tímido. Es decir, que no he encontrado la forma de romper este silencio, pero si las fuerzas para mirarle a los ojos y hasta intentar mandarle algún beso al aire.

Y así pasan las estaciones y los días, las semanas, y las estaciones ...

viernes, 14 de enero de 2011

Yo no me doy por vencido

y quiero un mundo contigo.

Aún no sé como explicar esto, pero finalmente he llegado a la conclusión de que no puedo evitar sentirme tan ligado a ella, que no puedo vivir sin ella. Todos estos días, he tratado de olvidarla, de apartarla de mi mente, pero es inútil, no puedo.

Es lo primero en que pienso al levantarme. Y me hace sentirme mal, al sentir el calor de la persona que duerme a mi lado, y yo pensando en ella.

Y es lo último en que pienso al acostarme. Y me hace sentirme mal, al arropar a los que son lo más importante de mi vida, y yo pensando en ella.

Y aunque sé que no tengo posibilidades, y que no tiene sentido, no puedo olvidarla, no quiero olvidarla, no me voy a dar por vencido.

Y ya son casi tres años los que llevo enamorado de ella. Y el último ha sido el mejor, o el más loco de los años de mi vida. Desde aquel día, mi vida ha sido un continuo revuelo, un sinsentido, una sucesión de locuras, algunas inconfesables, otras inocentes.

¿Qué sentido tiene enamorarse ahora como si fuera un colegial? He sentido estos últimos meses cosas que no sentía desde que estaba en el instituto de cucumberland. No tiene sentido hacer cosas a los 40 y tantos como si tuviera 15 años. Se supone que uno ya está curado de estas cosas, la experiencia debería servirte.

Pero no ... llegó ella y todo mi mundo se puso patas arriba. Lo que antes era normal se volvió excepcional y volví a oír esas campanas, a sentir esas mariposas. Las horas se volvieron extraordinariamente pesadas sin ella y los momentos previos a los posibles encuentros, turbadores, inquietantes.

Y esta semana, tras tanto tiempo sin tenerla cerca, la vuelta al trabajo me la ha traído de nuevo. Mis viajes han vuelto a ser el momento de verla. Y viajar ha sido otra vez el mejor momento del día. El momento de prepararse, del temblor de piernas, del mareo, del vértigo.

La conclusión, no me quiero rendir. No puedo vivir sin ti. Y si aún queda alguna posibilidad de ser algo tuyo, de ser alguien para ti, necesito apurar mis opciones, y pedir fuerzas a los cielos para que me ayuden en mis hasta ahora vanos intentos por conquistarte. Y a los infiernos, que me perdonen lo que hago, sin pensar en lo que debería o no debería hacer.

Porque este es un amor prohibido y secreto. Y así lo he vivido hasta ahora.

Pero ahora necesito gritarlo, hablarlo, necesito contarte todas mis historias, todas mis locuras. Este amor necesita ser vivido y tener un campo de flores donde reposar y un mar de besos donde flotar.

martes, 11 de enero de 2011

No hay mal que cien años dure


Martes 21 enero 2011

¿Cómo os lo diría?

¿Cómo podria explicaros, ni siquiera intentarlo, lo que sentí hoy al volver a verla tras tantos días?

El metro no es igual sin ella, ni el tren, ni los autobuses. Nada es igual. No es lo mismo un trasbordo buscando su mirada o su reflejo a no saber donde mirar ni tener una razón para seguir adelante.

Pero hoy todo eso cambió. Hoy volví a verla. Más de 20 días hacía que no la veía. Y aunque he intentado olvidarme de ella y apartarla de mis pensamientos, sólo espera que llegara este momento, el momento de volver a verla...

Y tras todos esos momentos preparándome, todas las razones y todos los argumentos se vienen abajo cuando ella entra en el tren.  Que guapa! Esos ojos, ese pelo, esa cintura … cuánto he echado de menos estos momentos, Sara … ¡cuánta falta me haces! 

Nada más tiene sentido.

Y ella sigue sin saber que yo estoy loco por ella. Y debo buscar el modo de hablarla, de contarle este sentimiento que me quema, de sacar todo lo que estoy deseando compartir con ella.

Pero no es fácil.

Hay tantas cosas que lo impiden.

Al menos, ella hoy no puede verme y yo me conformo con verla. Para mi, este es el mejor premio. Hoy me siento otro, con ganas de vivir y de cantar. Con ganas de decirle lo que siento. 

Bueno, quizás no tanto ...

Prefiero que no me vea otra vez tan pendiente de ella, tan cerca, tan atento, no quiero que se sienta agobiada desde el primer día. No quiero que piense
-          ¡Jope! ¡Otra vez el pesado este!

Así que me quedo mirándola, furtivamente, a escondidas, su precioso pelo, ese gesto que me turba. Hasta que la gente empieza a agolparse en el vagón y me impide seguir mirándola

Bien, tampoco podemos pedir más. Es el primer día que la veo este año y me ha parecido genial.

Pero tengo el presentimiento de que hoy también la veré por la tarde. Los martes son mi día de suerte. 

Pero ella no llega, y el tren está a punto de partir. Enfrente de mí se sienta una mujer joven, falda negra, medias negras, botas negras y ganas de jugar …yo ni caso, sigo mirando para atrás esperando verla aparecer en cualquier momento. El tren sale, yo suspiro y me resigno, mientras mi vecina sonríe …

Llegamos. El viaje se me ha hecho eterno sin ella. En una ocasión me pareció que Sara podía estar al principio del vagón, me incorporé y me cambié de sitio, pero no era ella. Debo estar viendo “visones”. La mujer se bajó a las primeras de cambio un poco molesta por mi falta de atención a sus bonitas piernas (imagino también que se bajó porque era su parada). Y yo me levanto para ponerme el abrigo y me parece … no no es Sara. Estoy verdaderamente obsesionado, ahora me ha parecido que aquella chica del fondo del vagón era ella. La habría visto entrar, porque he vigilando bastante … y sin embargo ...

¡Mierda! ¡Esta otra chica si que es ella! ¿pero cuándo ha entrado? ¿puede ser que ya estuviera dentro? 

Que faena, vaya lata, se me ha escapado un viaje precioso. Pero lo bueno es que ahora está ahí… preciosa, pero distinta. La miro, suspiro, se me escapa un “qué guapa!” que ni ella ni nadie puede oír. Ella se mira en el cristal de la ventana, ¿coqueta?. Se levanta, y sigue mirando a la ventana, ¿Qué miras afuera, si yo estoy aquí, dentro?

Y quizás os parezca una locura, pero me encantaría tener muchos días como este...